martes, 21 de febrero de 2017

Una Invitación Para Todos


A todos los sedientos: venid a las aguas;y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. Isaías 55:1-3 RVR1960 

¿Que es la sed?


La sed es una respuesta natural del organismo para entrar en un balance de funciones. En el cerebro, el hipotálamo nos ordena beber agua cuando detecta que ciertos fluidos como la sangre en nuestro cuerpo están poniéndose muy densos (espesos).

Poseemos dos sistemas detectores de problemas relacionados a la deficiencia de líquidos en nuestro cuerpo. Uno registra la alta concentración de sales disueltas en sangre y el otro mide la tensión de las paredes del corazón; registrando así el volumen de sangre que pasa por el corazón.

¿Cómo saciar la sed?


Hoy día cuando deseamos tomar agua fuera de nuestros hogares tenemos que acudir a comprar botellas, pomitos o galones de agua procesada y libre de contaminantes para consumo humano. De hecho en muchos lugares a los que acudimos no ofrecen agua del grifo bajo la advertencia de no ser saludable y nos brindan la alternativa de comprarla.

Es interesante que la escritura que hemos visto en Isaias 55.1 hace una clara invitación dirigida a "todos" los que tienen sed y hambre que deseen ser saciados. La invitación establece claramente que no se necesita ninguna calificación, ni hay prerrequisitos obligatorios para obtener agua. La invitación es simple: "venir " y recibir libremente.
Es un llamado, un oasis en medio del maratón en la carrera de la vida. También es un llamado a participar de una comida que provoca un deleite especial para nuestra alma. 


¿Cuáles son algunas de nuestras maneras para saciar la sed de nuestra alma?

Por necesidad hoy día acudimos a distintos “pozos” para saciar nuestra sed del alma.


La sed de afecto, amor y cariño. Como seres afectivos buscamos un compañero o compañera para sentirnos amados, respetados y cubiertas las emociones de compañerismo y soledad.


La sed paternal. Como padres la necesidad inconsciente de ser honrados, respetados, considerados y amados. Anhelamos y esperamos que esta necesidad y satisfacción venga de nuestros hijos.


La sed de triunfar como emprendedor. Buscamos obtener por ambición ciertas posesiones materiales, reconocimiento, títulos académicos, negocios u otros logros nos distingan y nos hagan sentir realizados en la vida.


La sed de sentirme bien (el espejismo). En nuestra inconformidad, insatisfacción, vacío y continua frustración apelamos al escape de la conducta hedonista. Caracterizado por la búsqueda de placer, mitigar o suprimir el dolor y la angustia de quedar insatisfechos de beber agua de pozos estériles para saciar nuestra sed.


Como consecuencia le damos mayor valor a las cosas que a las personas, incluyendo nuestras propias vidas desprovistas de paz interior y llenas de afanes. Poco a poco nos convertimos en individuos que manejamos altos niveles de distres. Lo cual es una respuesta fisiológica desagradable de nuestro organismo y una de las causas principales de las enfermedades psicosomatícas en nuestro cuerpo.



Somos víctima se de una frustración, a veces inconsciente de nuestras vidas que se presenta como una sed persistente e insaciable en la búsqueda de pozos nuevos e inexplorados. Para luego experimentar las mismas insatisfacciones y los frustrantes resultados que son parte de un ciclo de desesperación.

No es hasta que respondemos a la invitación de beber de la única fuente de agua viva, Jesucristo, que comenzamos a experimentar la verdadera plenitud. La Palabra de Dios nos enseña claramente que hay un río de agua que fluye del trono de Dios y del Cordero, Cristo. El agua de ese río es clara y pura (Apocalipsis 22:1), siempre fluye siendo la única que verdaderamente limpia y refresca el alma sedienta.


El salmista había visto ciervos sedientos en zonas áridas jadeantes por la falta de agua. Al verlos, se vio a sí mismo y dijo: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. . .” (Sal. 42:1-2). Reconoció que su morada estaba en una tierra seca y árida, sin agua; aun así también reconoció que su Dios era la fuente de agua viva para satisfacer su alma sedienta.


Y, ¿qué hay de Ti? ¿Has estado buscando la satisfacción en los lugares equivocados? Si es así, Jesús es la fuente de la vida. Así como Él estaba disponible para la mujer sedienta en el pozo y para el salmista en tierra seca y árida, así Él está disponible para Ti. ¿Como respondes a su invitación de venir a Él, entregarle tu corazón para ir en pos de Él? Él te llenará de Sí mismo y saciara tu sed, para que te regocijes como el salmista. 


¿Cómo determinar si el agua es verdaderamente buena? 


En las Sagradas Escrituras encontramos un relato que nos muestra esta verdad tan trascendental. Se trata de una mujer que trajo sus cántaros para sacar agua de un pozo (Juan 4:1-30). Consideremos algunos de los puntos importantes en este relato: 

  1. Ella tenía sed y buscaba satisfacer su sed de las aguas frescas del pozo de Jacob. 
  2. Ella no estaba conciente de que su necesidad era demasiado grande y su sed interior tan profunda, que el agua natural de un pozo natural, difícilmente podría saciarla. 
  3. Es importante recordar que algunas personas no toman suficiente agua y sin saberlo están sufriendo síntomas de deshidratación. 
  4. Jesus volvió de nuevo a Galilea y al pasar por Samaria inició una conversación con una mujer Samaritana en el pozo que había saciado la sed natural de muchas generaciones.
  5. Él le extendió la invitación, ofreciéndole la única agua que, efectivamente, podría satisfacer la sed profunda que estaba en su alma. 
Hemos visto que como ocurrió para aquella mujer, como para ti  en este preciso momento Jesús es y se dio a conocer como el Mesías, el Cristo, (v. 25) te ofrece y le ofreció a ella agua viva. Él continua ofreciendo de beber del agua que verdaderamente saciaría tu sed y sera en ti también una fuente de agua que salte para vida eterna (v.14), ofreciéndose Él mismo como la única fuente de vida eterna y como el único que puede satisfacer todas nuestras necesidades y anhelos. Cuando ella comprendió la provisión segura y eterna de su Señor, la Escritura dice que en ese instante, la mujer dejó sus cántaros de agua y se fue gozosamente a la ciudad a proclamar a los demás que ella tuvo un encuentro con el Señor. Como consecuencia, muchos aceptaron la invitación del Señor y también creyeron en El. Hoy es para ti también ese llamado amoroso del Señor, el conoce bien tu necesidad y quiere suplirla. 

¿Que sucede si respondes a la invitación de tu Señor?

La palabra nos garantiza el cumplimento de la promesa de Dios para quienes responden a su invitación con un corazón contrito y humillado delante de El.

"Y el Señor te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos; serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan". Isaías 58.11 (LBLA)

jueves, 15 de diciembre de 2016

¿Sabias que somos como la piedra de ópalo?

Un caballero visitó una joyería, propiedad de un amigo suyo. Este le mostró una gran variedad de prendas y piedras preciosas. Entre las colecciones de piedras observó una de éstas que apenas si tenía brillo, parecía estar sucia, no llamaba la atención. No revelaba su belleza como las demás.
—¿A qué se debe la diferencia? —preguntó.
El joyero, tomando aquella piedra en la mano, la frotó.

 Al contacto de sus manos estaba brillando con todo esplendor.
—¿Cómo es eso? —preguntó el caballero.
—Esta piedra es un ópalo que llamamos una piedra simpática. Su escondido esplendor brota tan pronto como uno la frota entre las manos.

Al igual que la piedra de ópalo, nosotros no tenemos nada atractivo en nuestra naturaleza que sea verdaderamente precioso o de gran valor. De hecho, algunos de los criterios que se usan hoy día para seleccionar una piedra preciosa se asemejan a los que la gente busca ver en los demás y no son muy comunes, estos son; brillo, transparencia, escasez (infrecuente), tonalidad, dureza (resistencia), corte, peso, simetría y color.

Desde la infancia han sido muchos los que nos han herido resaltado o señalando nuestros defectos. Cierto es, no somos perfectos. Recordemos que no poseemos suficientes cualidades que nos ayuden a relacionarnos correctamente con las personas que nos rodean, esa es la verdad, no tenemos ese “brillo” que nos hace tanta falta. Apenas hay algunas virtudes que algunos cuentan con los dedos de una mano. Cada día descubrimos en nosotros la limitación que tenemos de hacer algo bueno por nosotros mismos.

El apóstol Pablo tuvo un choque con esa misma realidad, y hoy tenemos presentes sus palabras que fueron inspiradas por el Espíritu Santo también para nosotros. Ellas nos dicen; “Yo sé que en mí, es decir, en mi *naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7.18-19 Nueva Biblia al Día). En nuestra naturaleza pecaminosa somos como la piedra de ópalo, no se le puede ver el brillo y solo se percibe su suciedad.

Son muchos los que se esfuerzan por mostrar su mejor cara y tenemos la tendencia a esconder nuestra realidad. Posiblemente eres creyente y te sientas desmotivado al no ver tu identidad de hijo de Dios de manera correcta. Como si fuera poco, nuestra personalidad llena de defectos pecaminosos contribuye a esa distorsión. Solo quiero recordarte que al igual que la Luna no tiene luz propia y solo brilla al reflejar la luz del Sol, únicamente si estamos en Cristo podemos disfrutar de su naturaleza e impartir de Su brillo a lo demás.

Jesucristo nos imparte su luz para poder brillar
  
No te desalientes, la promesa de Dios en Cristo tiene su fiel cumplimiento para ti. “Pero para ustedes que temen mi *nombre, se levantará el Sol de Justicia trayendo en sus rayos salud. Y ustedes saldrán saltando como becerros recién alimentados” (Malaquías 4.2 Nueva Biblia al Día). Solo en Cristo podemos encontrar lo que no tenemos.

De eso se trata, Dios hace brillar su luz sobre ti. Una luz que muestra quién El quería que fueras cuando te creó. Imagina que obscura y desapercibida hubiese sido la Luna si Dios no hubiera dado mandamiento al Sol para que le impartiera de su luz. Eres como esa piedra ópalo que Dios tiene que frotar para que revele el esplendor de su Creador. "Encomienda a Jehova tu camino, confía en el y el hará" (Salmos 37.5). 

Es interesante saber que el término griego "opallios", se traduce como "cambio de color" y la palabra ópalo “upalla” significa “piedra preciosa”. Cuando Dios revela su brillo en ti comienzan a notarse los colores que El te imparte. Entonces puedes ver, cada vez con mayor claridad que eres amado, valorado, que tienes seguridad en El y verdadero significado. "Ciertamente de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia" (Juan 1.16). Esto es, favor inmerecido sobre favor inmerecido. ¡Gloria a Dios, el es bueno!

Es tiempo que te deposites en las manos de Dios para que salga de ti Su brillo y comiences a cambiar de color. Pero antes de poder verte claramente, necesitas saber cómo puedes obtener lo que por ti mismo nunca podrás lograr. Recuerda que como la piedra de ópalo tu no te puedes frotar a ti mismo. Esta es la exhortación que Dios nos hace:

1. Solamente en Jesucristo podemos obtener fuente de luz. Juan lo vio y dijo de Jesús que; “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4). Jesús se refirió a sí mismo como la luz del mundo: “Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: —Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” ( Juan 8:12). Su luz se empieza a reflejar en tu vida tan pronto recibes a Cristo como tu Salvador y comienzas una relación personal con él. Esto solo puede ocurrir en la medida que tu relación y comunión con Cristo se fortalece por medio de la obediencia y sujeción a su Palabra. Ahora bien, nuestra motivación debe ser siempre por amor y la razón de ello la encontramos en la escritura que dice: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4.19).

2. Dios nos ha dado Su Palabra, la Biblia como fuente de luz y dirección. El salmista escribió: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Cuanto más abres tu mente y tu corazón a la Palabra de Dios, más luz disfrutas. Solo mediante la comunión con la Luz podemos continuar caminando reflejado su luz y su verdad. “Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz podemos ver la luz” (Salmos 36.9 Nueva Biblia al Día). La palabra de Dios es la Vida de Dios para ti y el verbo de Vida (La Palabra) es quien nos proporciona su Vida. “Cristo es la piedra viva, rechazada por los *seres humanos pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio *santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2.4-5 Nueva Biblia al Día).

3. Participa de la vida de la iglesia para mantenerte brillando. Pídele a Dios en oración que te guié a una congregación donde se predique Su Palabra. La vida de Cristo puede experimentarse en su cuerpo, la iglesia que El formó para si. “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). Nuestra fe debe ser fortalecida cada día y alimentada con la Palabra de Cristo y no del hombre. Así fue al principio y así Dios quiere que sea ahora, debemos brillar. “Y así las iglesias se fortalecían en la fe y crecían en número día tras día” (Hechos 16.5 Nueva Biblia al Día). El brillo de Dios en nosotros es un indicador de nuestra madurez espiritual. “La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud” (Proverbios 4.18 Nueva Biblia al Día). Los hijos de Dios somos la fuente de la luz de Dios al mundo confundido por el pecado. Jesús les dijo a sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos” (mateo 5.16 Nueva Biblia al Día).

Si ya te pusiste en las manos de tu Creador para que cada día te frote como la piedra de ópalo, dale la gloria a Dios y espera que sea otro quien reconozca que en ti hay cierto brillo que no es común y que antes no tenias. Luego dile que eres como la piedra de ópalo y procura dirigirlo a Aquel que lo puede frotar.

“Y el resplandor fué como la luz; Rayos brillantes salían de su mano; Y allí estaba escondida su fortaleza” (Habacuc 3.4).

lunes, 12 de diciembre de 2016

¿Te convertiste?

Cuando ocurre algo diferente que cambia o transforma tu vida de manera auténtica o positiva las demás personas intentan saber que realmente sucedió. Hoy en día casi todo el mundo está conectado a una red social y debido a esto muchos de “tus amigos” pueden llegar a percibir que no eres igual que antes. 

Quizás ahora te comportas de manera diferente, hablas de manera diferente y hasta llegas a pensar de manera diferente a como antes lo hacías. Es bien posible que para los demás luzcas de manera muy extraña y esto crea una gran curiosidad. De hecho somos personas curiosas y eso es parte de nuestra propia naturaleza.

Aunque algunas personas no se sienten cómodas brindando información sobre el cambio tan evidente en sus vidas. Esta es una excelente ocasión de compartir tu experiencia para que los demás puedan recibir la oportunidad de ser transformados de manera genuina. 

Tú, primero que nadie necesitas entender que te sucedió y así podrás explicarlo a los curiosos. También existe la posibilidad de que tengas un deseo muy fuerte de hablarle a otros y contarles pero no sabes cómo hacerlo. Ya sea que te pregunten si tú ¿Te convertiste?, o si tu deseas tener una respuesta coherente y clara que pueda satisfacer tus propias interrogantes y explicar tu transformación. El responsable de ese hermoso cambio es quien único puede aclararlo todo, por tanto es Dios mediante Su Palabra quien tiene mucho que decir.

Todo comenzó en tu corazón

Si en verdad te convertiste debes estar consciente de que ocurrió algo diferente en tu corazón y en lo profundo de tu espíritu. Para comenzar a entenderlo la propia palabra de Dios nos hace la pregunta y nos da la respuesta; "¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros? Porque nos ha dado de su Espíritu" (1 Juan 4.13).

Comenzó un cambio que es parte de un proceso hermoso que viene como resultado de una obediencia a la voluntad de Dios para ti. Es una resolución sincera mediante una negación a continuar viviendo una vida gobernada por tu ego; tus deseos e ignorancia. Todo comenzó con tu arrepentimiento delante de Dios. Veamos lo que dicen las Sagradas Escrituras:

En primer lugar para uno convertirse necesita primeramente arrepentirse, tal como dice en Hechos 17.30 “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”.

Si en verdad te convertiste, significa que Dios hablo a tu corazón y te hizo consciente de que tus pecados te alejaron de Él.  Significa que entendiste que no se puede tener comunión con el único y soberano Dios Santo estando bajo una sentencia de muerte, tal como dice en Romanos 6.23 “porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

Ahora, por la gracia (favor inmerecido) de Dios y la fe en el sacrificio del Hijo de Dios, puedes confiar en que fuiste justificado debido a que Cristo llevo tus pecados en la cruz y participas de una comunión con El, como dice en Hechos 3.18-20 “Pero Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo habría de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”.

Como parte de ese hermoso proceso de transformación ahora estas cambiando tu mente de manera constante, y esto con la ayuda del Espíritu Santo. Esto se debe a que el arrepentimiento es un cambio en la manera de pensar. La palabra “Arrepentirse” significa “Cambiar completamente nuestra manera de pensar sobre algo, sobre alguien y sobre las cosas.” Esto lo debes saber, pues la palabra “Arrepentimiento” en el griego es “Metanoia” y en su etimología se compone de Meta = Cambio y Noia = Mente.

También debes saber que para que los cambios o la transformación sea genuina, esta no es producida por tu esfuerzo humano pues es Dios quien hace su obra en ti. El Señor continuará motivándote, de manera que continúen los cambios en tu ser interior. Recuerda que todo es parte de un proceso para tu entrar en una obediencia a tu Señor y Salvador; Hechos 2.38 “Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo”.

La conversión continúa cuando practicas la obediencia

Somos transformados mediante la poderosa Palabra de Dios y cuando hacemos lo que ella nos dice que hagamos o dejemos de hacer, entonces, nos estamos convirtiendo. No olvides que la Palabra de Dios es viva y eficaz. Solo debes tener presente que mediante la Palabra somos fortalecidos, tal como dice en Salmos 119.93 “Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos, Porque con ellos me has vivificado”.

Alégrate, esa Palabra viva te va cambiando o transformando para que como hijo de Dios que ahora eres, puedas llegar a ser semejante a Cristo en su carácter, como se nos exhorta en 1 Juan 3.2-3 “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”.

Me pareció interesante que el diccionario secular de la Real Academia Española define la palabra convertir; Hacer que alguien o algo se transforme en algo distinto de lo que era. Anteriormente mencionamos que convertirse es un proceso. No es solo un acontecimiento aislado que te ocurrió al momento de tu primera experiencia de arrepentimiento delante de Dios. Lamentablemente la tradición religiosa ha hecho mucho daño al describir la conversión del creyente como un acontecimiento que ocurre solamente al principio de la relación con Dios. 

Ten siempre presente que cada día tú, yo y todo aquel que se considere creyente en el Señor Jesucristo debe estar arrepentido y convertido. O sea, me arrepiento y me convierto a Cristo todos los días de mi vida mientras este en este cuerpo de carne y sangre. Podemos ver ese ejemplo en el rey David, el cual le decía a Dios en oración; "Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado" (Salmos 51.2-3).

Esto es así ya que estamos sujetos a pasiones carnales y si se trata de que perseveres en obediencia a Dios y su Palabra, tu nueva identidad de Hijo de Dios te requiere andar de manera diferente, así lo dice la Palabra de Dios en 1 Pedro 1.14 “Como hijos obedientes, no se conformen a las pasiones que antes tenían estando en su ignorancia”.

Estar convertido es poner refrenar las inclinaciones pecaminosas de tu alma; 1 Pedro 2.11 “Amados, yo los exhorto como a peregrinos y expatriados, que se abstengan de las pasiones carnales que combaten contra la vida”. Recuerda que ahora has cambiado tu manera de pensar y quieres agradar a Dios en todo. Por eso renuncias a la manera en que te conducías y dejas que tu Señor te guié por medio del Espíritu Santo y la palabra inspirada de Dios. 

Por eso haces bien en considerar anteponer la voluntad de Dios a la tuya propia, recordando que nada es comparable con la bendición y privilegio de ser ahora un hijo obediente de Dios; 1 Pedro 4.2 “para vivir el tiempo que le queda en la carne, no en las pasiones de los hombres sino en la voluntad de Dios”.

Vas a necesitar unirte a otros que han tenido la misma experiencia que tu. Nada mejor que recibir edificación, fuerzas y consuelo mediante la comunión que tienes con tu familia espiritual. Eso no es una opción, es una necesidad que requiere obediencia, así lo dice en hebreos 10:24-25 “Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

Estar convertido es continuar, es perseverar y no rendirse

Recuerda ante todo que hoy más que nunca vivimos tiempos difíciles, donde la mayoría personas representan una generación que no les agrada estar comprometidos con su salud espiritual. Especialmente si el compromiso requiere mostrar fidelidad a Dios en las decisiones y obligaciones adquiridas.

No obstante, ahora como hijo de Dios le servimos al Señor por amor y no por obligación. No por compromiso religioso, más bien agradecidos de haber sido contados por dignos delante de Dios sin tener mérito alguno.

Por eso cuídate de la influencia negativa del hombre natural de este tiempo, tal como dice en 2 Timoteo 3.1-5 “También debes saber esto: que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de sí mismos y del dinero. Serán vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos y amantes de los placeres más que de Dios. Tendrán apariencia de piedad pero negarán su eficacia. A estos evita”.

Es bueno que recuerdes que el Señor Jesucristo te ha hecho más que un vencedor pues El venció por ti. Te animo a que continúes y no te rindas, no te detengas. No mires a tu alrededor para que no te debilites en la fe, recuerda que el Señor te llamo a ti a perseverar. Considera lo que dice en Hebreos 12:1-2: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

Por ultimo, te exhorto a que nunca dependas de tus fuerzas para vivir la experiencia de la fe en Jesucristo. Ahora debes confiar en que Él te guía y te guiará, aún en los tiempos difíciles que puedas atravesar. Estar convertido es estar consciente de la salvación como un proceso que disfrutas, pero requiere que seas diligente, eso lo puedes ver en Filipenses 2.12-13 “Por tanto, amados míos, ya que siempre han obedecido, no sólo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Recuerda que el Señor Jesucristo es el perfecto amor y si mantienes tu mirada puesta en El no hay temor a lo que pueda suceder. Tú has sido llamado a una relación de amor ágape con tu Señor y Salvador. El siempre te guiara y no te desamparara. Pon toda tu confianza en Dios y continua perseverando. "Porque el Señor cuida el *camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición" (Salmos 1.6).


sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Que significa BERIT?

La palabra hebrea BERIT “Bereet”, se refiere a pacto o alianza. Siempre ha sido la intención de Dios hacer un lazo de unión permanente (pacto) con todos los hombres mediante su gracia, su amor y su infinita misericordia. Por causa del pecado el hombre está separado del Dios único, soberano, bueno y justo. En su ofrecimiento y amor infinito Dios envió a su hijo Jesucristo quien mediante su muerte y resurrección ha hecho provisión de salvación, cumpliendo así con su promesa de reconciliación con todos sus privilegios. Solo por la fe en la obra de Jesucristo podemos disfrutar del Señor y su pacto.

“Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la promesa de la herencia eterna, pues con su muerte libera a los hombres de los pecados cometidos bajo el primer pacto”. (Hebreos 9.15)


"Éste es el pacto que haré con la casa de Israel: Después de aquellos días (dice el Señor) pondré mis leyes en su mente, y las escribiré sobre su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo". (Hebreos 8.10)